viernes, agosto 04, 2006

DESAFECCIÓN

"Love is that kidness so rarely kind and never at all proper"
B.R Dignin

“Seré el espejo en el que te reflejarás...” es la cita a Lou Reed que primero leo al sentarme y ver los paneles de la puesta en escena de DESAFECCIÓN y la sentencia no es casual. La frase sirve, en general, para resumir la función del teatro con respecto a la realidad en la que vive el ser humano: develarla, identificarla, denunciarla, resemantizarla...y en particular, son las palabras que escoge su director Raúl Miranda (responsable también de la dramaturgia) para declarar en parte las motivaciones que lo llevan a crear este “acto mágico de reconstrucción de lo real”. Pero las conotaciones no se terminan ahí. El espejo y su efecto reflectante será la matriz de sentido que recorrerá la obra, tanto en su forma como en su contenido. La puesta en escena transmedial implica que la visión que tiene el espectador de los acontecimientos esté siempre mediada por un instrumento re-productor de imágenes, sea este el registro en video, las fotografías de los personajes, las citas o los propios actores que interpretan los roles. Las preguntas que lanza una y otra vez Miranda son ¿Alguno de ellos refleja lo auténtico? ¿Dónde quedó “el aura” (Benjamin) de las cosas? ¿Existe una realidad que apreciar o lo real es sólo una construcción hecha de proyecciones IMAGiNarias? Vaya a verla y conteste.
El montaje de DESAFECCIÓN, como el de la sociedad en que vivimos, se articula como un simulacro de existencia en el que cada sujeto/personaje cumple el rol que le designa el mercado una vez que lo ha tazado como objeto de consumo transable. Así, podemos ver a HOMBRE (Pablo Schwartz) MUJER (Viviana Herrera) y MUJERCITA (Blanca Lewin) inmersos en, como diría Lipovetsky: la era del vacío, discutiendo sobre sus formas individualistas de sobrevivir y relatando sus intentos (mecánicos, falsos, inútiles, egoístas, desesperados...) por alcanzar el bien más preciado y escaso: el amor o el verdadero placer. Todo objeto de consumo necesita de un fabricante, de un productor que lo comercialice en el mercado y en el caso de los mencionados quien los vende es HOMBRECITO (Eduardo Paxeco) sujeto vacío y estéril en todos los sentidos posibles, un recipiente en el que se depositan los distintos deseos, sueños, expectativas que se tengan con respecto a las relaciones de pareja... (¿No es eso amar? Es la nueva pregunta que flota en el aire...) Entonces él como un actor de primer nivel los interpretará (otra relación especular) para la satisfacción de su pareja / cliente a cambio de otros bienes preciados: dinero, status, poder, popularidad. Finalmente como fruto de la relación sólo queda la sensación de vacío, la desilusión. Las relaciones amorosas mercantiles “son castigadas” en el texto mediante la imposibilidad de los personajes involucrados de tener hijos, entendida metafóricamente como la incapacidad de trascender, de generar vida, pureza. En este sentido, el mensaje es claro: la obra aspira a crear conciencia en el espectador que está progresiva “desafección” en la que vivimos nos sumergirá en un espiral de soledad, anestesia, superficialidad y sin sentido.
Pero no sólo de imágenes visuales vive DESAFECCIÓN, también están las que proporcionan las palabras, el texto también se configura como un juego de espejos (¿o espejismos?) que desafía la propia naturaleza de las palabras al otorgar sentido a lo que sucede, al guiar al espectador (mediante las citas de los paneles del fondo) definiendo el estado emocional de los personajes y al mismo tiempo, renegando dichas connotaciones, pues lo que se habla está siempre impostado, sobreactuado, ya que cada uno de los participantes de la puesta en escena tiene plena conciencia de estarse MOSTRANDO frente a un público, ( nuevamente relación especular) hecho que queda más que claro cuando los actores se dirigen al público rompiendo la cuarta pared o se observan en el registro audiovisual. Se postula que la vida es teatro, un ESPECtáculo en el sentido etimológico de la palabra en el cual cada persona adopta una máscara para encarnar el rol más conveniente para sus propios intereses. Es en este tipo de situaciones cuando el “melodrama conceptual” le deja espacio al humor sarcástico, ironizando incluso con sus propias pretensiones artísticas por ejemplo, cuando el personaje de Schwartz dice que lo que les sucede parece una instalación que debería darse en los museos más importantes. La palabra, parece querer decirnos Miranda, siempre traiciona la esencia, a diferencia de la imagen que siempre la delata.
La preocupación de MINIMALE por lograr un montaje que conforme una estructura orgánica significante queda de manifiesto en todos los detalles de la puesta en escena como por ejemplo en el hecho que la música (muy adecuada) esté a cargo de Leo Quinteros y que al final de la obra suene su canción “Posiciones de resguardo” perteneciente al disco Leo Quinteros AHORA! en el que precisamente se aborda transversalmente el tema de cómo la mercantilización ha cubierto todos los ámbitos socio-culturales, siendo éste el último vínculo reflectante presente en la obra/instalación. No hay nada que comprar , yo no quiero pagar por lo que es mío o era...” dice la mentada canción y la sentencia tampoco es casual.

martes, agosto 01, 2006

¿Quién (no) le teme a la verdad?


¿Quién le teme a Virgina Woolf?

“Verdad o ilusión ¿Cuál es la diferencia?” se pregunta uno de los personajes de esta obra dirigida por Willy Semler y durante un rato de la función, los espectadores tampoco sabemos la respuesta. Al pagar la entrada, accedemos a ser el quinto invitado a la velada que comparten George (Tomás Vidiella) y Martha (Blanca Mallol) junto a un matrimonio joven (Álvaro Espinoza y Francisca Imboden). Ellos mantendrán, mediante una dinámica de diálogo intrigante, una conversación llena de alcohol, sarcasmos, crueldades y revelación. (por lo que contar demasiado lo que sucede puede ser pecado)

- ¡“Están todos locos”! dirá Espinoza cuando las confesiones alcancen niveles devastadores.

- Es nuestro refugio cuando la IRREALIDAD del mundo nos pesa demasiado responderá Martha.

¿Las cosas son reales porque suceden o se vuelven reales porque tomamos conciencia de ellas? Según este extraordinario texto de Albee, la verdad o mentira de los hechos en la historia de cada uno es relativa en cuanto podemos construirla o desecharla en nuestra mente. A final de cuentas, el mundo y la forma en que se articulan las relaciones humanas son convenciones. En la obra, la vida es un JUEGO de representación en la cual cada uno encarna el rol que más le conviene o que le permite sobrevivir sin tanto miedo, pues encarar la realidad es una pesadilla, un abismo desolado y silencioso en el que te sumerges cuando se acaban las palabras, el fingimiento y los efectos del alcohol. Cuando caen las máscaras, el amor se parece demasiado al odio, la locura a la lucidez, el sufrir a vivir y viceversa. Aparece el otro motivo que cruza la obra: la ambición, el arribismo, las relaciones simbióticas.

Ver ¿Quién le teme a Virgina Woolf? es una experiencia inquietante y desgarradora, ya que desde nuestra posición de voyeur tenemos una posición privilegiada para develar los instintos, oscuridades y dolores más recónditos del alma humana. Los personajes hacen catarsis frente a nuestros ojos para que, una vez que se apagan las luces y termina la función continuemos protagonizando la nuestra.