"Justicia para todos": Placer ¿culpable?

Como no sólo de cine vive el hombre, voy a comentar algo de la tv abierta.
El 2004 tuve dos razones para ponerle atención a la primera temporada de "Justicia para todos", la serie de TVN basada en la reforma procesal penal. La primera: el talento de los actores involucrados, especialmente el de Aline Kuppenheim. Sólida sosteniendo sobre sus hombros tramas de teleseries insostenibles. Perfecta en "Machuca". Brillante en esa extraordinaria obra de Edward Albee que fui a ver el '98 al TUC: "Tres mujeres altas" donde junto a la tremenda Paz Yrarrázabal y a Liliana Ross encarnaban tres etapas en la vida de la misma altiva mujer y de paso me enseñaban de manera empírica que el arte puede modificar tu perspectiva de la vida, abrirte los ojos, remecerte.
La segunda: Nicolás Acuña, director proveniente del mundo del cine, lo que parecía garantizar un cuidado estilístico mayor y permitía mantener viva la eterna esperanza de que en las series de ficción se lograse aquello que a los demás formatos de la tv chilena le ha sido tan esquivo: profundizar e innovar.
Respecto a la primera inquietud, la serie me dió en el gusto: Ahí estaba Aline, haciendo con experticia el personaje de su especialidad: la mujer frágil acorazada, la profesional que luce exitosa y bella desde lejos, pero que si te acercas demasiado puedes ver las grietas, las cicatrices. La acompañaba, con no menos talento, Álvaro Escobar encarnando al despelotado e impulsivo abogado Esteban, en el que me atrevería a decir el mejor papel de su (actualmente congelada) carrera de actor. Sin embargo, con el maqueteado fiscal interpretado por Bodenhofer comenzaron los puntos en contra que impidieron que JPT fuese una serie imperdible. Eso, junto a un guión predecible, actuaciones irregulares de los secundarios y un desarrollo líneal de los casos que anulaba el factor sorpresa.
En la segunda temporada, sin embargo, parecen haber aprendido la lección. En los dos capítulos que se han exhibido, víctimas y víctimarios son interpretados por actores de la primera división del canal. El montaje se agilizó en pos de la tensión requerida y por medio del "racconto" de los hechos los acusados relativizan el resultado de la sentencia final.
Para que una serie de tv obtenga seguidores debe generarse empatía entre los espectadores y los protagonistas; ya sea por indentificación o morbo. En este sentido, JPT apela a dos factores: Uno, la química existente entre Esteban y la fiscal Rocío (Kuppenheim) Relación donde la atracción se mezcla con asuntos éticos al más puro estilo de Mulder y Scully. Dos: Casos judiciales realistas que remiten a la conciencia social del televidente como la violencia intrafamiliar o delincuencia en las micros. (En la 1ªtemporada, además se recrearon casos emblemáticos de reconocimiento público) Lo primero se logra transmitir rápidamente, como he señalado gracias al desempeño actoral. En lo segundo, aún faltan recursos audiovisuales o mayor originalidad en el guión que hagan más gruesa la línea que separa y diferencia el relato de "las causas" de JPT de un programa que recrea "casos de la vida real" con un poco más de presupuesto.
A JPT, como a la mayoría de las series de ficción made in Chile le sobran referentes (todas las seriales gringas) y les falta RIESGO, AUDACIA...
A pesar de aquello, es un producto entretenido, hecho con profesionalismo, actuado con corazón y nacido a partir de una idea original de un guionista local. Razones suficientes para darle una oportunidad. No puede ser que este género sea cubierto por las productoras y por los canales nacionales mediante remakes de series clásicas norteamericanas. Para eso ya están las originales.