sábado, enero 28, 2006

NARCISO: La libertad no es tuya.

“El hombre actual exige estar solo, cada vez más solo y luego no se soporta a sí mismo.”
Gilles Lipovetsky.

La chica súper poderosa del teatro local, la directora y dramaturga Manuela Infante responsable de la polémica obra “Prat” (2003) y de la extraordinaria “Juana” (2004) arremetió el 2005 con NARCISO, según muchos la mejor obra del año, merecido título que le valió una temporada a tablero vuelto en el Festival Santiago a Mil 2006.
NARCISO nos muestra a Esperanza frente a Clemente, su hermano, y a ambos frente al espejo y la manera en que enfrentan el reflejo de ellos mismos. Para lograr aquello la anécdota parece simple: Esperanza se encierra en el baño para esconderse del castigo de su madre, debido a que esta supo que usó un torpedo en una prueba de religión.
En el baño predomina el blanco y negro en un piso tipo tablero de ajedrez, junto a artefactos y vestuario negros, mientras que la puesta en escena es cuadrada, con público a ambos lados del escenario, ubicación que da al espectador la sensación de estar invadiendo la privacidad de los personajes. El aislamiento al que se someten da cuenta de una marginalidad, existiendo cierta referencia a la estructura dramática de las obras de Juan Radrigán, pues tal como los protagonistas de este autor, Esperanza y Clemente se autoexpulsan para enfrentar su historia, separándose de su medio social, quedando suspendidos en el tiempo, (percepción perfectamente lograda por medio del uso de las luces y apropiada música) tomando conciencia del sin sentido de su existencia. La diferencia radica en que la marginalidad de los personajes de Radrigán es gatillada por la situación socio-económica, pues son seres desposeídos, que carecen de lo elemental para cubrir sus necesidades básicas, mientras que los dos adolescentes de clase alta que protagonizan la obra de Infante, enfrentan la impotencia, la desesperanza desde el absurdo de la “sobreposesión” material, desde las consecuencias de un ensordecedor capitalismo tardío que los sumerge en lo que Lipovetsky ha denominado “la era del vacío.” Dicho autor define el narcisismo como el paso que se da en el proceso de personalización hacia el “individualismo total”. Este último refiere al momento en que al sujeto sólo le interesa el desarrollo de su propio “yo” volviéndose su propia alteridad, con una concreta anulación del otro, es decir verse siempre en un espejo. La fuente en la cual se reconocen los hermanos es el torpedo de Espe que enumera las características de un potencial suicida, pero el principal espejo reflector escogido por Infante es la palabra, pues es a través del diálogo que transmite al espectador la atmósfera del profundo caudal dramático que subyace a las situaciones aparentermente estáticas. Lo relatado no son meras anécdotas: permiten que el conflicto presente sea calibrado y reinterpretado a la luz de una serie de acontecimientos que llevaron a los personajes al límite de su resistencia sicológica y moral. Los signos linguísticos y sintaxis utilizados poseen su fuente en un estilo empleado en jóvenes de clase alta en el Chile de hoy, aunque la intensidad dramática reside subterráneamente en un juego de atmósferas y claves gestuales que traspasan la aparente inmovilidad de las palabras para manifestar los cambios interiores de los personajes. De esta manera, a medida que Esperanza y Clemente ven retratado su estado anímico y espiritual en el decálogo suicida, como resultado del juego pierden su inocencia, su inconsciencia inicial, pues se enfrascan en una agudización progresiva del conflicto dramático radicada en sus complejos mecanismos psicológicos de los personajes, insertos en un delicado cruce de lo social-cultural con lo familiar-individual.
En la época contemporánea, la educación autoritaria y mecánica cede el paso al régimen homeopático y cibernético. El derecho de la libertad pasa de estar circunscrito a lo económico-político a instalarse en las costumbres y en lo cotidiano. Vivir sin represiones, escoger el modo de existencia. Esperanza y Clemente se burlan de los modernos métodos educativos de su colegio de elite, que supuestamente fomentan el aprendizaje práctico de las cosas e ironizan la moda de las nuevas alimentaciones naturistas de su madre, mientras juegan a mencionar todas las palabras que llevan el prefijo auto- utilizadas para definir el libre-servicio. Lo paradojal es que una sociedad que se supone pro-libertaria, regida por el consumo y formada por individuos atraídos por “la seducción” de la multiplicidad de elecciones privadas y ofertas de autosatisfacción, sin darse demasiado cuenta, somete paulatinamente al sujeto en una espiral de “destrucción cool” es decir, un proceso de aislamiento en el que cada cual se observa, se comprueba sobre sí mismo en busca de la verdad y su propio bienestar, por tanto, cada individuo sólo esta preocupado de gestionar de la mejor manera su capital estético, afectivo, psíquico. Clemente desea unos esquí nuevos y Esperanza aumentarse el busto y la no realización de estos objetivos parecen ser la causa principal de su frustación y de su sensación de estancamiento, pues ambos se caracterizan por la vulnerabilidad (disfrazada de indiferencia) puesto que cualquier problema personal-familiar toma dimensiones desmesuradas, mientras que la soledad es un hecho cotidiano, una banalidad.
Esperanza y Clemente no son adolescentes indiferentes, entendiendo que esto significa que son pasivos o resignados, lo que tienen es “anemia emocional”, es decir, escasez no ausencia de motivación. Su indiferencia es gatillada por la saturación, por la aceleración de las experiencias, por el exceso de información ( debido a la proliferación del mass media, se sucede impidiendo emoción duradera) Así, se vuelve eterna e insaciable la búsqueda de sensaciones inmediatas, el deseo de sentir más, de vibrar.(...) En un momento, Esperanza se expresa sarcásticamente uniendo slogans publicitarios: la imagen es nada, porque la vida es ahora, la libertad es tuya, etc. La de ellos, es apatía hecha por hipersensibilización al mundo (que luego se traduce en vacío), inducida por el campo vertiginoso de las posibilidades, el cual les origina un sentimiento de reiteración y estancamiento. La libertad del consumo se vuelve una forma aprobada de esclavitud. Los personajes buscan la realización inmediata, puesto que el futuro ya no es sinónimo de progreso sino más bien resulta amenazante. Ambos confiesan temerle a la vejez y a la muerte. No quieren ser padres porque los padres no quieren ni conocen realmente a sus hijos y sobre todo porque los hijos no quieren ser hijos.
Hasta antes de identificarse con lo escrito en el torpedo ambos enfrentaban el vacío con normalidad, sin sentimientos de tragedia existencial. La angustia y el dolor pasan por la toma de conciencia. Clemente recuerda como un evento extraordinario el día en que vió a su padre llorar y siente culpa sin saber de qué ¿”Se puede sentir culpa ajena, así como vergüenza ajena”? Le pregunta a su hermana. Está aburrido de estar aburrido. En definitiva, los dos advierten que están hastiados de su entorno y de ser quienes son. Al igual que en el universo Radriganiano, la estructura dramática manifiesta la impotencia de los protagonistas para transformar su situación de aislamiento en un sistema de relaciones establecidas, al no poder desarrollar un encuentro con sus antagonistas fundamentales. Sus familiares no logran aliviar sus tensiones, convirtiéndose en un antagonista más, o sumándose a su problemática sin lograr colaborar a su superación. En un estremecedor acto final buscan culpables ¿El profesor de religión?, ¿El colegio? ¿Sus padres? ¿Dios? “Dios no existe” aclara Esperanza. Si no es Dios ¿quién?. La falta de un antagonista dramático, presente en la escena, aquel que simboliza al sistema socio-histórico-económico-cultural o a la vida como tal, hace que no tengan la posibilidad de transmitir o negociar el conflicto con los responsables, de los cuales tampoco proviene ninguna acción de alivio. De aquí que Esperanza, luego de la transformación de su conciencia sólo le quede absorber toda la carga emocional de su soledad y degradación. La única salida que le otorga dignidad, que le permite dar una señal de protesta es el aislamiento absoluto. Esperanza se suicida, mientras que Clemente que no tuvo tal valentía, sigue enfrascado en un sistema social-familiar, cuyas dinámicas permanecen inconmovibles, reiterando una vez más el ciclo de su violencia estructural.

3 Comments:

Blogger Shaskametic said...

He escuchado muy buenas referencias de esta obra, y claramente tu lo confirmas. Pucha cuando anduve en santiago se me quedó en el tintero Narciso, leyendo de que se trataba me mató... creo que me sentí un poco identificado. Ademas un montaje de Manuela Infante, simplemente imperdible.

10:57 p. m.  
Blogger consuelo said...

Totalmente de acuerdo. Ella al mando es apuesta segura. "Juana" y "Narciso" (Prat no la vi) es de esas obras que uno sale del teatro más lúcido, más conectado con lo esencial, puesto que en la función te has reencontrado con alguna verdad feroz que hasta entonces habías desconocido o ignorado pero que siempre ha estado ahí.
Gracias por la visita. Nos estamos leyendo.

12:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

no se quien ha escrito este comentario de mi obra pero es un verdadero gusto leer comentarios de ese nivel, despues de tanto ranking miserable de tipo las diez mejores, los diez nuevos dramaturgos y esa basura.
gracias
manuela.

8:08 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home