jueves, diciembre 01, 2005

"El rey se muere": This is the end

A mi padre, por las batallas que perdimos juntos y las guerras que ganó en mi nombre.

Siempre pasa. De una u otra forma, el arte se entromete en la vida de uno y nos muestra algunas verdades en el momento preciso. Igual que cuando uno está mal, prende la radio y sintoniza una canción que parece dirigida a lo que sucede, en el mismo día de la última clase, de mi último año de universidad, asisto (esta vez como espectadora) a otro final, pues "El rey se muere."

En la obra, Francisco Melo es el rey Berenguer, pero también es un dictador, un dios, el hombre contemporáneo.¿Son sinónimos?
"El rey se muere" y es en dicha cuenta regresiva donde se ve obligado a enfrentarse a un reino en decadencia debido a sus abusos y excesos, a la soledad del mando, a su vulnerabilidad al darse cuenta que existe algo más grande que la propia voluntad.

"El dictador se muere" y es en dicha cuenta regresiva donde fluctúa entre la confirmación de cada uno de sus actos por la validez de su autoridad y la evidencia de que en su "reino" se cometieron horribles injusticias y atrocidades en manos de su círculo servil y "protector".

"El dios se muere" y es en dicha cuenta regresiva donde advierte la poca obediencia que existe actualmente hacia él, la escasa validez de sus mandatos, todo el poder que poseía y el mal manejo que ha hecho del mismo: "Los mejores han perdido todo convencimiento, en cambio los peores están hinchados de vehemencia, proclama.

"El hombre contemporáneo se muere" y es en dicha cuenta regresiva donde se da cuenta de la fragilidad de la vida, de que no es invencible, de lo que fue, de lo que nunca será, donde se enfrenta a la inevitabilidad de la muerte, al miedo a ser olvidado, a su inevitable deterioro físico, al convencimiento que después no hay nada.

La puesta en escena, dirigida por Felipe Castro, hace una apuesta por entretener, en el sentido corriente de la palabra y en su sentido etimológico: entretener deriva del verbo latino tenere que significa "asir o retener." Para mantener la atención del espectador, el montaje se articula poniendo un fuerte y detenido acento en la atmósfera o en el tono, al estilo expresionista, insertando momentos musicales y tomando agunos elementos de la farsa, como por ejemplo,incidentes y personajes exagerados que simbolizan el elemento rídiculo de la vida.
"El rey se muere" de Ionesco es una pieza que se inscribe dentro del "teatro del absurdo" y como tal, desestima la verosimilitud, puesto que tiene la certeza que ningún realismo puede representar la realidad superficial del hombre, menos sus problemas más profundos y que ninguna de las filosofías existentes puede explicar el dilema del ser humano. Este tipo de teatro adopta el criterio de que la vida carece de sentido y que el hombre debe crear su propia existencia de la nada.

De esta manera, el dilema sin solución al que está enfrentado Berenguer en sus últimos días de vida es que advierte el sin sentido de la misma. Si su existencia nace de la nada, agonizar es un camino de regreso a la nada. Ahora, dicha percepción no es a partir de de una reflexión interna del personaje o una toma de conciencia de tipo existencialista, sino que es gatillada por el inevitable destino, cuyo portavoz es la implacable Reina (Paola Volpato) A medida que transcurre la obra, el inconsciente rey va conociendo por medio de quienes lo rodean de su actual condición. La verdad es enrostrada por la reina y el descreído médico, suavizada por su amante (quien insinua una redención para Berenguer, portando la idea de la trascendencia del ser, más allá de su extinción física), aprovechada por su sirvienta y satirizada por Midled, el vocero del reino.(Alvaro Espinoza) Este último, al relatar humorísticamente las acciones, representa otro postulado del teatro del absurdo: la comunicación es imposible o bien carece de valor. Las palabras no tienen un significado real(un ejemplo extremo son las excusas dadas por el médico con respecto a la violencia y la represión) Por lo mismo, hay en el acontecer de la obra incongruencias, interrupciones, lógicas insensatas y repeticiones, generadas, en su mayoría, por dicho personaje.

De esta forma, como espectadores presenciamos cómo el rey - hombre contemporáneo es arrojado a su destino, empujado por las evidencias al estancamiento del tiempo: "Tengo la sensación de que todo es pasado, un eco de lo que ya sucedió" afirma Berenguer. "Ha perdido y vuelto a ganar las mismas guerras" le aclara el médico. Esa sensación de circularidad, lo somete a un espiral de desesperación y absurdo, en el sentido que le da Sartre a esta denominación: un abismo entre el yo y la experiencia. A eso se refiere el protagonista cuando asegura que sólo los muertos pueden darle consejos sobre cómo enfrentar la muerte, pues son los únicos que realmente saben lo que se siente.
Una vez llegada la hora final, despojado de toda identidad, situado a un paso de la nada eterna y consciente de la Nada anterior, es decir, del absurdo de su existencia ( y de la condición humana, en general) la angustia metafísica se mezcla con la confusión entre sueño y realidad, como si toda su vida hubiese sido una representación y él mismo un personaje que siguió sin conciencia un libreto preestablecido por otro: ¿Las guerras fueron reales? Ojalá que
no, fueron horribles ¿Este castillo fue real?... pregunta temeroso a la Reina que lo guía en el último tramo hacia lo soledad absoluta. Ante las respuestas afirmativas, Berenguer se aferra al único recuerdo puro que queda en su memoria: un vestido azul de mujer.